Mi parto Parte II

martes, 7 de agosto de 2012

Publicado por La Vaca Ke Ríe en 11:37
El celador me subió a mi habitación mientras esperábamos para que me llevaran a quirófano. No recuerdo muy bien cuánto tiempo estuvimos esperando pero creo que no llegó a una hora. Me rasuraron y me quitaron la bata y de repente con los nervios me empezó a entrar un frío horroroso.
La enfermera me puso dos mantas porque no entraba en calor, llegó el momento y el celador me subió a quirófano. Mi marido me acompañó y yo seguía sin dejar de tiritar.
El celador le dijo a mi marido que ya no podía seguir más que se tenía que quedarse en el pasillo y en ese momento me derrumbé, le di un beso y ya no pude parar de llorar.
Yo siempre había soñado con que él me acompañaría el día de mi parto y vería la cara de mi niña al nacer antes que yo, que me diría es una niña preciosa, y juntos la contemplaríamos como si no existiera en el mundo nadie más. Pero por culpa de la cesárea no pudo ser. Espero que si tengo un segundo embarazo esto pueda hacerse realidad.
Me llevaron a una sala a esperar mientras preparaban mi quirófano. Esa sala era aún más fría que mi habitación y no tuvieron otra genial idea que en pleno enero,  unas puertas que tenían un cártel gigante que decía  Por favor mantengan estas puertas cerradas, dejarlas abiertas de par en par con el consiguiente ir y venir por el pasillo de enfermeros, cirujanos y demás personal sanitario viéndome en porretas porque cada dos por tres me bajaban las mantas para pincharme, tomarme la tensión y demás trajines. Pero por qué no entenderán que algunas somos pudorosas.
Al final me acabaron poniendo dos mantas más y podéis imaginaros el cuadro, yo con cuatro mantas, llorando, tiritando, medio en porretas y echa un manojo de nervios, para grabarme vamos.
Esa espera se me hizo eterna de repente apareció la anestesista, la única que se presentó porque por más que lo puse en el plan de parto a mí no se me presentó nadie del personal sanitario excepto esta mujer a  la que martiricé a preguntas durante toda la operación.
Al poco vino la camillera y me cambió de camilla para llevarme a quirófano, una vez allí me sentaron en la mesa de operaciones y la anestesista me dijo como me tenía que colocar para ponerme la epidural, una enfermera me sujetaba por delante y me ayudaba a respirar mientras me intentaba relajar, la verdad es que fue un sol de mujer también.
Me tumbaron en la camilla, era una camilla rarísima era muy, muy estrecha  y me era imposible mantener el equilibrio y para colmo te tumbaban y te colocaban los brazos en cruz, a lo Jesucristo, para mí un poco surrealista la verdad.
Me colocaron una sábana por delante para no ver nada y me colocaron uno de los brazos a un aparto de tensión que hacía un ruido espantoso y que me ponía de los nervios durante la operación cada vez que me apretaba el brazo hasta medio cortarme la circulación y en el otro creo que tenía un gotero, no recuerdo muy bien.
Yo no paraba de decirle a la anestesista que me notaba dormida pero que notaba muchas cosas y me daba pavor  notar la incisión en el momento de la cesárea, ella me decía que no pasaba nada y que si notaba algo me subirían la dosis de anestesia y yo pensaba si claro primero me muero de dolor y luego me acabas de anestesiar.

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